martes, 14 de octubre de 2014

Emmersdorf

Si es cierto que cuando mueres ves tu vida pasar lentamente en imágenes en blanco y negro, espero poder ver otra vez el día que llegamos a parar a Emmersdorf. Habiendo salido de Praga por la mañana, a media tarde habíamos abandonado Viena a todo correr en busca de una ciudad más pequeña donde poder asentarnos. A medio camino vislumbramos un "arroyo" y no pudimos evitar la tentación de bañarnos en él. Cuando quisimos darnos cuenta, ya se nos había hecho de noche, de manera que acordamos parar a dormir en el primer pueblo que encontráramos. Y de esta manera dimos con Emmersdorf.

Nada más llegar nos encontramos con cuatro vascos, quienes nos indicaron que el "arroyo" en el que nos habíamos bañado era el río Danubio, ya que ellos estaban recorriendo "la ruta del Danubio" en bicicleta. Nos llevaron al restaurante más grande, por no decir casi el único, del pueblo. Y allí nos invitaba la gente a beber cerveza a cambio de canciones.

Aquella noche llovió como nunca. No ocurrió ningún otro "gran acontecimiento" aparte de lo mencionado. Pero tener la suerte de poder contemplar el Danubio cuando duerme, vigilado por los grandes palacios austriacos iluminados, mientras comes un jamón serrano del "Lidl" que llevas guardado en el maletero del coche, consigue por unas horas que el resto de cosas carezcan de importancia.

Deseo de verdad volver algún día y tener una conversación con el chaval que se quedó allí. Emmersdorf es la prueba de que un día fuimos inmortales.

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