domingo, 22 de febrero de 2015

Cenotafio

Nos despertamos a las 4 de la mañana. El sol se encontraba en lo alto del cielo en Port Elizabeth. Tardamos un par de horas en desperezarnos y desayunar, la mujer de Santiago no paraba de darnos bolsas de patatas y bollos para el camino, como si en vez de quedarnos 12 horas de viaje tuviésemos varios días por delante. Montamos en el coche a las seis y media de la mañana, después de habernos despedido oportunamente, rumbo a Durban.
Las horas transcurridas en la carretera fueron indescriptibles. Me siento realmente afortunado de haber conducido casi todo el trayecto, pues sinceramente no creo que vuelva a tener la oportunidad de volver a recorrer toda la costa sur de Sudáfrica de esa manera. La imagen de cientos de personas bloqueando la autopista con mercadillos ambulantes cada cien o doscientos kilómetros no se irá nunca de mi cabeza. Esos paisajes llenos de colinas inabarcables, delimitados en el horizonte por montañas no necesariamente más altas que las de la sierra de Guadarrama, pero distintas, como si fuesen primas lejanas.
Sólo realizamos una parada en un townshit para repostar, veinte minutos. Recorrimos Sudáfrica al revés que el sol recorre los días: de arriba a abajo, y de abajo a arriba. Eran las siete de la tarde cuando aparcamos el coche en el corazón de Durban. No había leído nada sobre esta ciudad, no había pensado qué valía la pena visitar durante nuestra breve estancia, pero volvimos a tener suerte, como durante todo el viaje. Aparcamos al lado de una especie de jardín flanqueado por altos edificios empresariales. La luz del sol, aunque iba menguando, permitía aún distinguir las figuras de la ciudad y mis ojos fueron a pararse a una especie de torre que se encontraba en el medio de todo. No quise cruzar la carretera para acercarme porque teníamos el coche aparcado en doble fila y acabábamos de llegar, pero a unos 30 metros de distancia pude distinguir una inscripción en inglés (claro) que anoté en mi teléfono:

"Tell it to the generation following:
 Except a corn of wheat fall into the ground and die it abideth alone. But if it die it bringeth forth much fruit"

Mientras esperaba a mis compañeros contemplé la puesta de sol en la ciudad hasta que las letras se hicieron ilegibles. Me fui de Durban sabiendo que aunque no olvidaría ese instante, tendría que esperar a regresar a casa para entender todo su significado. Con meter las letras en cursiva en google, podéis encontrarlo vosotros también.

jueves, 5 de febrero de 2015

Buena esperanza

Lelizwe elidinga isikhathi.

De pequeñito me contaron que África era el infierno. El lugar donde todas las desgracias tenían lugar, donde reinaba la pobreza y la miseria, donde la crueldad del ser humano había alcanzado su límite, donde se borraron las primeras culturas, donde nació la esclavitud, el racismo, la codicia, la muerte.
También escuché que es lugar donde nació la vida, pero lo que no me contaron es que el lugar más profundo del tártaro era increíblemente hermoso. Tras pasar trece días en esta tierra, creo mas que nunca que:

Si, hay desigualdad.

Si, hay mucha pobreza.

Si, todos los días suceden incontables crímenes.

Si, Sudáfrica necesita tiempo.

Si, podemos cambiar la situación, y veremos llegar el día en que lo consigamos.

https://www.youtube.com/watch?v=QbBXXU7zVjM

Gracias por todo, África.