sábado, 27 de marzo de 2010

Una mentira

Te voy a ser sincero, nunca he tenido ni puta idea de música.

Si me hubieses preguntado hace unos meses acerca de Oasis, Pink Floyd o Yellowcard sería incapaz de decirte nada. Soy de esos que ponen en el tuenti "de todo un poco", aunque si estoy de buen humor soltaría los nombre de dos o tres grupos "comerciales". ¿Qué significa que un grupo sea "comercial"? ¿Por qué se emplea despectivamente esta palabra? ¿Por qué despreciamos la música que escuchan los demás si no es de nuestro agrado? Porque la amamos.

Nos gusta cómo nos hace sentir, cómo fluye por nuestras venas y mueve nuestro cuerpo. Y nos gusta compartirla con los demás. Por eso duele en el alma que una canción que te toque hondo no la conozca ni dios, que lo que "todo el mundo escucha" sea hueco para tí porque algo que se cuela por todos tus recovecos, algo que ha puesto patas arriba tus cajones que creías tener bien ordenados sea indiferente para los demás resulta un tanto irónico. Pero quién soy yo para conocer a los demás.
Pocas cosas son más bellas que ver cómo una canción llega al corazón de una persona.
La música es una tarde en el retiro; es esa chica que ves cada mañana en el metro; es ese partido que ganaste en el último minuto; es esa frase que siempre se me olvida; es la mano que te ayuda a levantarte. La música es vida. Y si quiero escribir sobre la vida sería un poco hipócrita empezar de otra manera.
Mejor dicho, sería un poco más hipócrita, si cabe.


Mientras escribo esto, suena "The Captain", de Biffy Clyro.