lunes, 31 de diciembre de 2012

Tres deseos

http://www.youtube.com/watch?v=GUBjb8hTpoE



martes, 11 de diciembre de 2012

Después de Remedios

Aquel viernes salí de mi casa a las 7 de la tarde. Llevaba todo lo indispensable: chandal, zapatillas, movil con  cascos y sum41 preparado para gritarme todo lo necesario para llevar a cabo mi travesía. Estiré durante cinco minutos en la puerta de mi casa y eché a correr calle arriba. La primera cuesta era bastante empinada hasta llegar al parque de al lado de mi casa. En él un par de madres vigilaban a sus críos de unos cuatro o cinco años mientras jugaban en los columpios. Continué corriendo hacia arriba, tenía claro mi destino. Lo bueno de los pueblos pequeños como el mío es que sabes siempre que hacia arriba te diriges al norte, y hacia abajo vas al sur. Ni mas ni menos. Yo quería ir mas la norte, más allá de mi pueblo. Realmente aquella tarde deseaba no parar nunca de correr. Era totalmente consciente de que no podía dejar de avanzar, porque en el instante en que me detuviese iba a pensar, y ese era un lujo que no me podía permitir.
Sonaba "open your eyes" mientras salía de una enredadera de bloques de viviendas y vislumbraba por fin en el horizonte la Sierra de Guadarrama. Sentí un fuerte soplo de viento y continué mi camino. Al cabo de un cuarto de hora ya me encontraba en el campo, siguiendo la carretera que conducía a mi destino: una ermita. El ruido del tráfico se iba debilitando mientras el aroma de los pinos se posaba en mis pulmones, estaba consiguiendo mi objetivo, pero entonces tuve un pequeño desliz, un momento de debilidad y si, debo reconocerlo, pensé. 
Y di zancadas todo lo rápido que podía. Sonaba "we´re all to blame". Daba igual cuánto acelerase, podía oir  las pisadas de mis pensamientos a una distancia lo suficientemente peligrosa como para terminar deteniéndome. Pero no era el día de detenerme. Entonces sonó "Survive", de Rise Against. Disminuí mi ritmo hasta dejar que mi sombra me alcanzase, y corrí de la mano con ella los últimos metros que me separaban hasta llegar a la entrada de la ermita.
Cuando llegué sonaba "with me", de sum41. Dejé de correr en cuanto cruce la vaya que delimitaba la parcela. Había llegado en el momento oportuno, estaba atardeciendo. Bebí un poco de agua en la fuente y tras echar un breve vistazo al campanario me senté en un banco a contemplar la espléndida puesta de sol. Un sol redondo como una incandescente yema de huevo se asomaba aún tímidamente entre las montañas, iluminando el embalse de Santillana. Podía oirse a lo lejos el sonido de los coches que circulaban por la carretera de Soto y los autobuses que salían de la cárcel. Sin duda alguna era una imagen digna de conservar para siempre en la memoria. Aguanté un par de minutos hasta que el último hilo de luz se ocultó tras la sierra y liberé todos mis pensamientos. Entonces llegaron los agobios, la inseguridad, la incertidumbre y la desesperación. Sentí como se aceleraba mi corazón y decidí sacar todo lo malo de dentro de mi. 
Y grité. Grité desesperadamente como cuando caes en una montaña rusa, como cuando te piden que cuentes una injusticia que llevas años callando. Grité con el coraje del que se aferrra a lo que tiene. Grité con todas mis fuerzas hasta que salió todo el aire de mis pulmones. Grité porque lo necesitaba, porque no importaba nada más en ese instante. Grité porque había decidido ser libre, con todas sus consecuencias.

Antes de regresar a casa hice jurar a los árboles que me cobijaban que guardarían mi secreto.