martes, 26 de noviembre de 2013

Sin mas

No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, es totalmente cierto. Desde pequeñito me comparaba contigo, porque eras todo lo que yo no conseguía ser. Parecía que siempre nos mirabas a los demás desde lo alto de tu atalaya, a la que solo podían subir los que eran como tú. Te elegían el primero en los partidos del recreo, también en el balón prisionero. Eras el héroe que cortaba liebre, el que liberaba a los demás en el polis y cacos, molabas.
Crecimos un poco más tarde que las chicas, pero para cuando empezábamos a fijarnos en sus pechos ellas llevaban ya tiempo suspirando por ti. No había anécdota divertida no friki en clase de la que tu no fueras protagonista. Sacaste matrícula de honor en segundo de bachillerato, triunfaste en la noche, porque fuiste el único de nosotros que no durmió solo.

Llegó selectividad, y después no volvimos a vernos.

Y hoy nos encontramos aquí, en el corazón de Argüelles, con un mini de cerveza en la mano. Yo camisa de cuadros y camiseta blanca de C&A, tu camiseta petada de Abercrombie y una rubia potente un paso detrás tuya. Un "¡ostias!" y un abrazo. Colega, cuando estás borracho eres igual de feo que los demás. Quieres charlar un buen rato, pero pronto te das cuenta de que no vamos a hablar en una noche más de lo que hemos hablado en 10 años. Te miro a los ojos y veo al mismo chaval del que no me fiaba hace tiempo. Tengo ganas de darte las gracias por todo lo que me has aportado, por haber sido mi rival tantos años, por haberme mostrado el camino que yo no pensaba seguir, pero sobre todo porque con el tiempo mi camino me ha enseñado que las derrotas son el premio de saber admirar los baches en tu vida. Miras en mis ojos buscando aquel chaval tímido y asustado, pero no lo encuentras. No lo encuentras porque no eres capaz de darte cuenta de que ese chaval es el mismo de ahora, con la diferencia de que se miró una mañana en el espejo y se atrevió a reconocerse.

-¿Qué haces con tu vida?

-Pues me va todo de lujo, me voy a Boston en un par de sema...

Suena "el roce de tu cuerpo". Grito y me doy la vuelta a buscar a mis colegas, para saltar y abrazarnos borrachos todo el tiempo que suene la canción. No volvimos a vernos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Brindo

Por los pequeños héroes, esos torpes anónimos que nos hacen sonreír cada mañana. Todos aquellos personajillos que se rebelan contra un sistema asfixiante atreviéndose a ser ellos mismos, asumiendo las consecuencias. Esos tercos que se empeñan en inventar sus propias leyes físicas a base de constancia y determinación, haciendo que tomarse una cerveza con ellos se convierta en una actividad indispensable de la semana. Son tan espontáneos que en cualquier momento pueden soltar una frase increíble, olvidarla al cabo de un minuto, y conseguir que se la recuerdes con el paso de los años. Cuando estás enfadado con el mundo, a tus ojos son niños pequeños que con suerte conseguirán sacarte una sonrisa con sus chiquilladas, pero cuando sonríes no deseas otra cosa sino que estén a tu lado. Sin darse cuenta, con un simple gesto espontáneo pueden conseguir que te replantees tu existencia, ¿por qué? Porque pueden, porque se conocen mejor de lo que te conoces a ti mismo, porque se miran cada mañana al espejo y se reconocen. Asumen sus limitaciones, pero tienen bien clara la diferencia que hay entre algo que es imposible y algo que requiere esfuerzo.

Porque de esto último les sobra, y no les importa emplearlo en cosas que te parezcan auténticas chorradas. Son quienes van a empezar a cantar una canción en medio de un bar, los que empiezan a aplaudir, los primeros que entran a bailar a una discoteca, la primera mano que se levanta cuando el profesor pregunta en clase... son tan distintos a ti y a la vez tan parecidos, son entrañables pero también te resultan un tanto agresivos, porque cuando abres los ojos como platos y sonríes al ver lo que son capaces de hacer, por dentro te dices a ti mismo que tú nunca serías capaz de hacer algo así.
Y entonces es cuando se te plantea el dilema: ¿Te unes a ellos e intentas hacerlo, o te quedas admirándoles junto al resto del mundo?
Para mí es maravilloso pasarte una vida aplaudiendo, porque si tus aplausos son sinceros, significa que has vivido cada día como si fuese el último, pero no sería yo mismo si me quedase quieto aplaudiendo mientras veo cómo otros arrancan sonrisas a la gente.

Brindo por todos los que son auténticos, por la sensación que se siente cuando todos sonreímos a la vez, por todas las personas que se atreven a caminar iluminando su trocito del mundo, muchas gracias, porque por muchas nubes que haya en el cielo, aunque haya días que no podamos ver las estrellas, desde el cielo tendrán una imagen preciosa de nuestro mundo.