miércoles, 6 de noviembre de 2013

Brindo

Por los pequeños héroes, esos torpes anónimos que nos hacen sonreír cada mañana. Todos aquellos personajillos que se rebelan contra un sistema asfixiante atreviéndose a ser ellos mismos, asumiendo las consecuencias. Esos tercos que se empeñan en inventar sus propias leyes físicas a base de constancia y determinación, haciendo que tomarse una cerveza con ellos se convierta en una actividad indispensable de la semana. Son tan espontáneos que en cualquier momento pueden soltar una frase increíble, olvidarla al cabo de un minuto, y conseguir que se la recuerdes con el paso de los años. Cuando estás enfadado con el mundo, a tus ojos son niños pequeños que con suerte conseguirán sacarte una sonrisa con sus chiquilladas, pero cuando sonríes no deseas otra cosa sino que estén a tu lado. Sin darse cuenta, con un simple gesto espontáneo pueden conseguir que te replantees tu existencia, ¿por qué? Porque pueden, porque se conocen mejor de lo que te conoces a ti mismo, porque se miran cada mañana al espejo y se reconocen. Asumen sus limitaciones, pero tienen bien clara la diferencia que hay entre algo que es imposible y algo que requiere esfuerzo.

Porque de esto último les sobra, y no les importa emplearlo en cosas que te parezcan auténticas chorradas. Son quienes van a empezar a cantar una canción en medio de un bar, los que empiezan a aplaudir, los primeros que entran a bailar a una discoteca, la primera mano que se levanta cuando el profesor pregunta en clase... son tan distintos a ti y a la vez tan parecidos, son entrañables pero también te resultan un tanto agresivos, porque cuando abres los ojos como platos y sonríes al ver lo que son capaces de hacer, por dentro te dices a ti mismo que tú nunca serías capaz de hacer algo así.
Y entonces es cuando se te plantea el dilema: ¿Te unes a ellos e intentas hacerlo, o te quedas admirándoles junto al resto del mundo?
Para mí es maravilloso pasarte una vida aplaudiendo, porque si tus aplausos son sinceros, significa que has vivido cada día como si fuese el último, pero no sería yo mismo si me quedase quieto aplaudiendo mientras veo cómo otros arrancan sonrisas a la gente.

Brindo por todos los que son auténticos, por la sensación que se siente cuando todos sonreímos a la vez, por todas las personas que se atreven a caminar iluminando su trocito del mundo, muchas gracias, porque por muchas nubes que haya en el cielo, aunque haya días que no podamos ver las estrellas, desde el cielo tendrán una imagen preciosa de nuestro mundo.

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