jueves, 24 de abril de 2014

Al cabo de unos años puede que nos demos cuenta de que estábamos equivocados... pero qué bonito es creer en algo y luchar por ello con todas las consecuencias.

miércoles, 23 de abril de 2014

En el gueto

Eran las 20'30. Cuando el segundero señalaba a las 12, ni antes ni después, Irene se levantó de la silla en la que se pasaba 9 horas diarias sentada desempeñando su labor como recepcionista en una pequeña gestoría. Sin despedirse de nadie, abrió la puerta y empezó a andar rápidamente hasta que llegó a su coche. Entró, cerró la puerta y rompió a llorar.
Pasado un minuto puso la radio para tranquilizarse. La música lo hacía todo más fácil. Según conducía prestaba atención a las hermosas vistas de su ciudad: los hermosos paseos llenos de árboles, las grandes fuentes que refrescaban el ambiente en fechas calurosas, las calles anchas que daban sensación de inmensidad, los enormes parques para niños pequeños con los padres charlando alegremente, legiones de "runners" prestando más atención a sus pulsaciones que a la gente con la que se encuentran. Montones de clínicas privadas habían abierto negocio recientemente, pues un único ambulatorio público no daba para abastecer a toda la población.


Se sentía afortunada de vivir en una pequeña ciudad en la que imperaba la clase media. Cuando hace un par de años el alcalde tomó la impopular medida de subir drásticamente el precio de la vivienda, muchos se temieron una ciudad desierta, pero para sorpresa de todos no pasó eso. Por supuesto, los menos pudientes abandonaron la ciudad tan pronto como pudieron. Sorprendía destacar que únicamente quedaba en la ciudad un par de pequeños núcleos de población inmigrante, las únicas viviendas de protección oficial que se habían otorgado hace ya bastante tiempo. Todo era maravilloso, utópico, parecía una partida del videojuego "Los Sims".

Entró en su urbanización, situada en las afueras, contaba con vigilante, pistas de padel y dos piscinas. Los vecinos siempre sonreían cuando les saludabas. Eran muy agradables, pero decidió que no haría amistad con ninguno cuando, al estar embarazada de su segunda hija, un vecino le llevó un libro titulado "Cómo criar a su bebé".

Para cuando llegó a casa las lágrimas ya habían desaparecido de su rostro. Sus dos peques corrieron a abrazarla mientras su papá preparaba la cena. Les miró a los ojos y sintió con más fuerza un pensamiento que llevaba rondando su cabeza desde hacía bastantes meses.
Se acercó cariñosamente a su pareja mientras cocinaba, besó tiernamente su cuello y le susurró "vamos a salir del gueto".


Sus hijos se merecían algo mejor.

jueves, 17 de abril de 2014

Engaño

Quizás el mundo no sea como lo vemos, quizás todo aquello en lo que decidimos creer, todas esas historias llenas de luz y sonrisas que nos iluminaban por dentro y nos hacían creer que había que dar cada día lo más maravilloso que tenemos no fueran más que los gritos desesperados de personas equivocadas que, de alguna estrambótica manera, intentaban aferrarse a algo para no caer definitivamente en la oscuridad. Quizás si cambiamos nuestro punto de vista podríamos atrevernos a decir que no existen los héroes, que detrás de cada buen gesto, de cada detalle elocuente, de cada gesto desinteresado se esconden razones ocultas que puedan buscar el bienestar personal de cada individuo, o que escondan sentimientos de vanidad o autocompasión. Es muy posible que nuestros héroes no resulten al fin y al cabo sino ser personas escurridizas y asustadas de la realidad tanto como nosotros, y lo que nos llame la atención de ellos sea la originalidad con la que afrontan esos temores que nos acompañan cada día.


Originalidad... ¿Sabemos lo que es eso? ¿Acaso sigue existiendo todavía la originalidad? ¿Cuántos gestos románticos tienen su origen en películas que hemos visto? ¿Cómo podemos saber que cuando una persona nos da un discurso que nos llega adentro, no lo ha parafraseado de un libro, o de su vecino?


Si construirte como persona no es más que ir incorporando aquello que te gusta de todas las experiencias que adquieres durante tu vida, ¿qué es lo que realmente es tuyo? ¿Somos capaces de valorar a alguien por lo que realmente es y no por lo que aparenta ser?


Y ahora viene la pregunta clave, ¿a alguien le importa de verdad todo esto? Amamos, queremos, compartimos, sentimos, gritamos, lloramos, practicamos deporte, escuchamos música, viajamos... pero a la larga toda experiencia suele resultar monótona. Llega un punto en que las cosas que hacemos dejan de aportar color a nuestra vida, como si nos quedásemos sin pinturas.


Entonces cambiamos. Eso es lo que nos hace únicos. Da igual cuánto imitemos, cuántos sueños persigamos que persigan otras personas, cuántas teorías, lógicas o absurdas, sigamos hasta la muerte porque cambiar es una opción personal de cada uno, que nadie puede tomar por nosotros.


Tal vez puedan engañarnos para cambiar, pero al fin y al cabo, somos nosotros los que nos dejamos engañar.