martes, 24 de septiembre de 2013

Hoy tengo un día

de esos que te despiertas con sueño. No te da tiempo a ducharte y a desayunar porque te has quedado dormido y tienes que llegar a tiempo a una clase práctica que tienes a las ocho y media de la mañana. Aprovechas la hora y cuarto de trayecto para recuperar sueño en el tren, porque los cascos se te han vuelto a estropear, así que la banda sonora de hoy es interpretada por Dolores de Cabeza. Llegas a clase 5 minutos tarde, lo suficiente para perderte el comienzo de la explicación del profesor. En la pizarra aparece una estructura, qué fea es. No sabes cómo empezar a resolverla. El profesor empieza a preguntar voluntarios que aporten ideas. Te callas como una puta. Empieza la ruleta rusa, salen nombres al azar y... ¡enhorabuena! hoy te has librado, pero por si acaso evitas cruzar tu mirada con la del profesor durante toda la clase.
Pasan las clases, seguimos erre que erre con el dolor de cabeza, con los agobios por los exámenes que se acercan, con la planificación de esta tarde y con esa conversación de besugos que tienes pendiente en el wasap. Llega la hora de comer, sales rápido de clase pero te distraes hablando con un par de colegas y pierdes el metro de las 3 menos veinticinco, y el autobús de las 3, y el capítulo de big bang que echan a las 4...
Entras en casa y tiras la mochila al lado de los pufs. Pones a calentar un tupper de esos que mamá deja ya preparaditos y te tumbas en el sofá. Tienes que volver a calentarlo porque te has quedado dormido un buen rato, menos mal que ha llegado mamá a casa para despertarte... cuando te quieres dar cuenta son las 5 y media y no has hecho nada. Piensas en la práctica que tienes mañana y te pones a estudiar tras tomarte un gelocatil.
Borras el resto del día de tu memoria, salvo el partido del aleti, qué crack que es Diego Costa. Mañana más y mejor.