martes, 1 de julio de 2014

La sensación

Me pongo el neopreno que usaba hace cuatro años cuando jugaba federado. Se nota que he cogido bastantes kilitos y los muslos están más apretados que antes. Se me olvida la música, pongo Rise Against, "Give it all"...

Búscala en internet. ¿Ya la has puesto? Entonces podemos seguir:

Me pongo las espinilleras de mi hermano. Encima de ellas unas medias blancas ajustadas, con unos cuantos rotos, pediré unas nuevas a los reyes magos. Pantalón negro corto encima del neopreno. Abro el cajón de las camisetas... hoy toca Méjico. Botas nuevas.

Llego a las pista. No están los chavales... Entro al pabellón a ver si están dentro. Nada, un partido en una pista de madera. Son nueve personas:

-Eh portero, ¿juegas?
-Dadme 5 minutos.

Me pongo las coderas, las rodilleras me las he dejado en casa. Saludo a los de mi equipo, intentando memorizar sus nombres: Borja, Dávor, Itu y Luismi.

Se mueve el balón. Doy instrucciones como si ya llevase tiempo jugando con ellos. El balón rueda muy rápido en la madera, demasiado. En cuanto alguien intenta echar el balón en largo se va fuera, es lo que tienen los campos de fútbol sala, y que seamos "amateurs".
Se abre un hueco en nuestra defensa, un jugador contrario lo ve y dispara. Todo es muy rápido, no veo el balón, siento el contacto en mi mano y el sonido de un fuerte choque. Me levanto, miro hacia mi portería:

-¿Ha sido gol?

-Córner.

Y otra vez la sensación de luchar por balones que no sabes si puedes parar, de tirarte hacia delante por una mera cuestión de fé. No tener tiempo siquiera de pensar en lo que viene hacia ti, simplemente actuar.

Esto es para mí jugar al fútbol sala.

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