miércoles, 27 de febrero de 2013

Su cuento

"¡Cállate!" Le decía mamá cada vez que él le contaba sus problemas en el colegio, "Los amigos vienen y van, están, cuando están, para lo que están" Esta frase le recorría por dentro como un vaso de aceite hirviendo, pero con el paso de los años ha ido descubriendo que quizás estas palabras no iban para nada desencaminadas.
Todo sucedió súbitamente, el día que decidió definitivamente romper con una parte de su mundo rutinario, cuando comprendió que el secreto estaba en aprender a saber con quien podía compartir las cosas que le pasaban, y si no era capaz de encontrar a alguien de quien fiarse, ¿qué iba a hacer?
 Fue entonces cuando comenzó a escribir, porque por lo menos los cuadernos de notas que llenaban sus cajones sólo se chivarían a su madre alguna que otra mañana de sábado en caso de que decidiese cotillear en su habitación mientras pasaba el aspirador. Nadie más solía entrar en su cuarto. Pasó el tiempo, tan rápido como cambian los semáforos de color, hasta que un día alguien más entro en su cuarto y, mira por donde, le dijo que esos cuadernos eran una maravilla, que era realmente bonita la manera que tenía de expresarse ante la vida. Él al principio se sonrojo y pensó que simplemente estaba siendo adulado, pero una parte de su interior le animó a dejarse llevar y entonces sacó un par de cuadernos, más chiquititos, más íntimos. Ella apenas podía contener las lágrimas cuando terminó de leer la historia. Le confesó que le parecía un crimen que el mundo no tuviese la oportunidad de conocer aquella historia. Él le contestó que para llegar a conocer una historia, lo primero que tenemos que hacer es estar dispuestos a escuchar.

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