lunes, 15 de agosto de 2016

Cuando fuimos los mejores


https://www.youtube.com/watch?v=eMo2p70b4KA

Cuando fuimos los mejores, la moneda de cambio era la cerveza. El valor de las cosas se contabilizaba en cafés o en copas. La palabra "no" carecía totalmente de significado. Salías de casa un viernes a las 6 de la mañana y regresabas el domingo a la hora de comer. Echabas un par de calzoncillos en la funda de la guitarra por si el finde se liaba más de lo previsto. El significado de la expresión "volver pronto a casa" iba adquiriendo connotaciones diferente según iban pasando las horas. Si un colega pillaba, lo celebrábamos como si acabases de ganar la champions. El tiempo era una pelota que pasábamos horas y horas dando patadas. Las derrotas sabían mucho mejor que las victorias. Soñábamos con hacer un interrail los primeros años y acabamos dándonos cuenta de que Europa era demasiado pequeña para nosotros. No necesitábamos poner nuestra vida en facebook para conocer gente realmente fascinante. Las chicas (y los chicos) iban y venían, pero los colegas siempre se quedaban, o casi siempre. Salir con un plan de fiesta establecido significaba tirar la noche a la basura. 

La mejor cerveza era la más barata, menos la cruzcampo. 

Viajabamos como animales, como auténticos animales, recorriendo ciudades como quien colecciona cromos y, de vez en cuando, nos traíamos a casa un trocito de ellas. Cualquier escusa era buena para ponerse a cantar Los Delincuentes a las cuatro de la mañana. Éramos capaces de hacer la gilipollez mas absurda solo por unas cervezas. Tropezabamos y nos caíamos muchas veces, pero siempre nos levantábamos. Éramos capaces de recorrer 4000 kilómetros y diez países en dos semanas, saliendo todos los días y viendo las ciudades con la sensación de aquel que teme no poder volver a visitarlas, y despertarnos día tras otro con la ilusión de conocer más. Cuando parábamos a pensar las cosas que habíamos hecho, daba miedo, pero ese miedo era precisamente parte del encanto. 

Podíamos enamorarnos de un beso de una noche y de una persona durante años, y también olvidarnos a la mañana siguiente. 

Las cosas nunca habían parecido tan sencillas de cambiar, y a la vez tan complicadas. El esfuerzo era algo muy relativo. No se buscaba la meta más esplendorosa, sino el camino más largo. Nuestra mayor preocupación era el miedo a quedarnos sin nuevos objetivos, porque en ellos se encontraba el significado de nuestra juventud. Vivíamos sabiendo que un día más era un día menos, por lo que mirar hacia atrás no tenía sentido si no era para sonreir. Aprendíamos las letras de las canciones más absurdas y las convertíamos en nuestros himnos, pero a escondidas seguíamos cometiendo nuestros pequeños pecados musicales. Nos ponía muy nerviosos ser de los que se quedan mirando, para eso nos quedaban muchos años, preferíamos ser parte del elenco central.

Cuando fuimos los mejores, sabíamos que lo éramos.


Andorra, Niza, Mónaco, Turin, Brescia, Verona, Trieste, Ljubliana, Budapest, Viena, Munich, Heidelberg, París, Burdeos y San Sebastián. 

Hála barátok

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