domingo, 21 de septiembre de 2014

Lo que nos une

Mamá siempre nos decía que no nos quedásemos en casa por las tardes, que saliésemos a jugar con los demás chicos. Había tardes que ninguno de nuestros amigos salía, y mi hermano y yo nos pasábamos horas tirando piedras a los árboles esperando a que llegase la hora de merendar. Con tal de no aguantar las broncas de mamá incluso éramos capaces de jugar con gente que no conocíamos de nada. Ahora que somos un poquito más mayores, empezamos a hacernos una idea de cuanta razón tenía.

Era increíble la mala leche que tenía cuando se enfadaba, pero siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. Nunca vimos a nadie enfadado con ella, aunque de vez en cuando nos contaba algún que otro problema... Siempre nos decía que lo más importante en esta vida eran las formas, que eso de tener o no la razón era algo secundario, porque lo que más valoramos en este mundo es la manera de hacer las cosas. A nosotros por aquel entonces nos sonaba a chino, pero la verdad es que según voy creciendo cada vez estoy más convencido de la verdad de aquellas palabras.

Es muy cierto que falta amabilidad. No con los más cercanos, sino con la gente que nos rodea en general. Nos encerramos en nuestra zona de confort y rechazamos todo aquello que, siendo bueno o pernicioso, pretenda desestabilizar ese equilibrio que nos mantiene "estables". Es entonces cuando rechazamos viajar solos, salir de fiesta con gente que no conocemos, ver series en versión original o tener un gesto espontáneo con el mundo sin esperar nada a cambio, sin escuchar lo que nos tenga que decir, por el simple hecho de querer tener el detalle.

Mi manera favorita es hacer las cosas robando sonrisas porque todo lo demás, en comparación, resulta bastante irrisorio.

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