miércoles, 25 de junio de 2014

Crecer antes de tiempo

Hasta los doce años, yo había sido un niño normal. Conocía perfectamente las leyes del patio, cuando eres alguien importante, cuando no, cuando te puedes meter con alguien, cuando te toca que se metan contigo... Era plenamente consciente de que la vida en el colegio no era nada fácil, día tras día contemplaba el conflicto entre los valores que se nos enseñaban y el instinto de supervivencia.
Por ejemplo, hace tres días mi amigo Ilario insultó a Lázaro, el chico más importante de la clase. Por lo visto había estado diciendo que los norteños no eran auténticos italianos. La madre de Ilario es de Parma, de manera que éste tuvo que defenderse. No se sabe lo que pudo llegar a decir, pero al día siguiente Ilario entró a clase con la cara llena de moratones.

Nadie dijo nada.

Hará cosa de un par de años yo también tuve un encontronazo. Estaba toda la clase riéndose de una chica por el color de su vestido, mientras Lázaro y su séquito cogían un cubo de barro para echárselo por encima. Les grité que la dejaran en paz y pegué un empujón a Lázaro, quien accidentalmente tropezó con una rama y cayó al suelo, haciéndose una herida en la rodilla. Se levantó preguntando quien le había tirado, yo di un paso adelante y su gesto se congeló.

Sonó la sirena para volver a clase.

Esa tarde, cuando le conté a mi madre lo sucedido, recibí la mayor bofetada que me ha dado nunca. Me gritaba desesperadamente, hablándome de cosas que yo no entendía: que si el papá de Lázaro y el mío eran grandes amigos, que menos mal que nuestras familias se conocían desde hacía mucho tiempo, que si tengo que aprender con quien tengo que llevarme bien...
Al principio no saqué mucho en claro de aquella conversación. Pensé simplemente que Lázaro sería algún tipo de familiar lejano y que por ello le tendría que tratar mejor, pero nadie me dijo por qué estaba mal que hubiese defendido a aquella chica.

Pasaban los años, las generaciones, y todos crecíamos de la misma manera. En clase siempre estaban, y estaría, los chicos guapos, los feos, los listos, los palurdos, los graciosos, los que no hablan con nadie, los que molan y los intocables.

Pero no fue hasta los doce años que aprendí cómo funcionaba todo. Dentro de mí albergaba la esperanza de que cuando fuese convirtiéndome en un adulto, podría comprender estas leyes y decidir cuáles haría mías y cuáles no... Desgraciadamente las cosas no funcionan así. Anteayer, Carlo, el mejor amigo de Lázaro, fue tiroteado en el campito de fútbol detrás de la panadería. Sólo nos enteramos por boca de nuestros padres, pues a la mañana siguiente, en el colegio, nadie dijo nada.

Amo mi tierra, mi sol y a gran parte de mi gente. Sin embargo no puedo evitar acostarme cada noche con el miedo de saber que, al igual que cuando jugábamos en el patio, la ley más inquebrantable de todas es la del silencio.

Y nadie dice nada.




"Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena"             

-Mahatma Gandhi

http://www.elcomercio.com/actualidad/mundo/conmocion-italia-muerte-de-nino.html








1 comentario:

  1. Esta entrada tiene algo diferente a las anteriores. Parece que has conseguido convertirte en otro escritor que no eres tú. Jeje. Reto conseguido.Tal vez en los dos últimos párrafos haya conseguido entrever más tu personalidad. Felicidades. Aire nuevo he conseguido respirar.

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