miércoles, 8 de mayo de 2013

No digamos más por ahora

Pasaron casi dos meses hasta que me encontré con fuerzas para leer el libro que me regaló antes de marcharse. A veces no puedo dejar de pensar en lo curiosa que es esta etapa de la vida, tenemos relaciones, conocemos a muchísima gente, pero lo primero que hacemos ante todo es poner barreras para protegernos, infinidad de ellas... y aun así da igual, porque si te gusta alguien por mucho que lo disimules de cara al exterior por dentro te vas a sentir derrotado cuando se marche.

Cuando empecé a leer "El vendedor de Cuentos" no salía de mi asombro con la cantidad de similitudes que tenía nuestra historia con la que estaba leyendo. No podía evitar preguntarme acerca del asombro que sentiría ella cuando nos conocimos, cuando echamos a andar juntos, pero ahora es demasiado tarde para preguntárselo. Son las reglas del juego, si eres mayor para jugar, lo eres también para saber cuando parar.
No pude evitar escribirle nada más terminar de leer el libro, hacía mucho tiempo que no sentía una sensación similar al acabar una novela, no se si era porque entendía en mis carnes parte de la historia o porque realmente era un buen escrito. Supongo que un poco de ambas. Le agradecí que se hubiese tomado la molestia de hacerme ese regalo, para mi significaba tanto como un beso. No podía evitar sentir un poco de nostalgia al tomar conciencia de lo lejos que ella se encontraba, pero tampoco le daba demasiada importancia, estaba convencido de que tarde o temprano volveríamos a tener un momento para nosotros.
Por supuesto callé todas las promesas que no iba a ser capaz de cumplir por entonces. A veces es mejor esperar un tiempo hasta que las circunstancias estén de tu parte, pero en cualquier caso estaba totalmente convencido de que ninguno de los dos olvidará nunca aquel desastroso encuentro de una lluviosa noche de noviembre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario