lunes, 17 de abril de 2017

Viejoven

https://www.youtube.com/watch?v=u-qHnQd2uV0

Juguemos a creernos que crecer es renunciar a lo que te hace feliz. Que los planes acaben derivando peligrosamente en ir a cenar a un restaurante que nadie entienda su nombre, pero del que hablen bien en trip advisor, que no cueste menos de 30 euros por persona pero que con descuento del tenedor se quede en 20, y que por supuesto, en la cena hablemos. Hablemos de cómo molan nuestras vidas, de cómo nos encanta hacer puenting, de nuestras escapadas findesemanescas a pueblos preciosos donde se come de puta madre y hay unas casas rurales mágicas. Hablemos de cosas que ya no podemos hacer porque pasó nuestro momento, excusándonos con antiguas batallitas añorando otros tiempos, cuando "si que sabíamos pasarnoslo bien", de momentos mágicos que hemos dado ya por hecho que no van a volver porque "somos mayores" y ya no es propio de nosotros hacer esa clase de locuras.

Pues ahora que estamos empezando a cruzar la frontera, voy a jugar a creerme que todo esto es hermoso, porque sé que cada instante no va a volver, no va a haber otro momento igual en el que perciba todo con la misma perspectiva, no va a haber una borrachera descontrolada, una piedra de la que me enamore más de lo que haya debido, una temporada caminando en círculos...

Se que todo esto no va a suceder otra vez, y por eso es todo tan jodidamente bello. Y voy a pensar de nuevo en ti, y abrazarte como si no fueses a regresar, porque sé que llegará un día en que no podremos volver a mirarnos. Por eso somos tan dolorosamente bonitos.


Recuerdo lo que me dijo mi abuelo aquella mañana: "Se puede perder la vista, pero nunca la mirada"

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